En la puerta había una gorra negra de las que repartieron en la discoteca; colgada de la manilla, como aquellas piedritas blancas que iba dejando Pulgarcito para saber por donde regresar a casa.
Dejándola casí abierta, además, sabía que miraría dentro.
Hoy, afirmaría, que incluso la persiana no estaba bajada del todo, para que pudiera verle. Y que me acercaría aún más, persuadido por aquel calculado bulto y sus casuales movimientos bajo las sábanas.
Quería que le viese erecto, sumido en su -seguro- fingido sueño.
Aunque quise tocarle suave, supe contenerme. Y volví al sofá-cama de nuestro apartamento.
Eramos dos amigos de vacaciones.
genial relato!!!
ResponderEliminarun besito ,uy grande don Gonzalo!
Jaja... también me ha gustado. Saludos Gon.
ResponderEliminarComo siempre,... es una motivación seguir escribiendo teniendo seguidores así. Gracias!
ResponderEliminarUn abrazo muy gordo: Aniña, Txemi.
Hola Gonzalo como siempre genial a mi ya sabes que me tienes enganchado a tus relatos pues son muy pero que muy buenos sigue asi tu vales
ResponderEliminarun saludo
Agus
Como siempre, GENIAL! comer contigo; se afronta la tarde con más entusiasmo -máxime siendo lunes-. Sigue así, TÚ, vales! Y si además te gustan mis Relatos... solo me queda repetir tus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, Agus.